Después de la pregunta, todo se queda en silencio. La oscuridad rodea sus miradas inquietas. Unos ojos grises esquivan la inquisidora mirada que reclama una respuesta sincera y precipitada.
Piensa, piensa rápido y responde brevemente. Estamos en un lugar cualquiera, una noche cualquiera, de cualquier mes, de cualquier año... y no seré yo la diferente en esta escena. No, no lo soy. Yo soy la misma que era ayer. Él, sin embargo, no es quién era y, sin embargo, es tan parecido que... No fui feliz cuando respondí sí. Nunca aprendí a decir no. No debo saltar sin comprobar paracaidas antes, es evidente... ¿por qué motivo, entonces, termino siempre con el corazón hecho añicos? No, yo no entiendo de obviedades. Yo soy irracional, irreflexiva, temperamental, arriesgada, salvaje, enamoradiza... El riesgo que habita en mí se ha cansado de apostar por promesas que se dicen con dos cervezas de más y un pensamiento de menos. Ya no creo ni en ti, ni en nadie. En mi... no, yo en mí no creí nunca. Yo solo era, estaba y esperaba que todo saliese bien porque así lo esperaba. Solo quería ser feliz... tan sencillo y tan complicado. ¿Qué hice mal? ¿Qué hago mal? Me arriesgué, jugué, me empapé en llanto, acepté sus retos, salí, amé, besé... y volví a estrellarme tantas veces como sonrisas quise retener. Ya no quiero ser. No tengo fuerzas para estar, para intentar de nuevo lo que sé que fracasará. Dije que no creía en mí y, sin embargo, en quién no creo es en el amor. El amor no existe para todos, para mí es pura fantasía. Vivo soñando, nunca me despierto del todo y, cuando un sueño me produce un deja vú... tiemblo. Por eso estoy aquí, en esta escena cualquiera, pensando una respuesta que no existe. Ni sí, ni no... estas cosas, simplemente, suceden. No me atrevo, claro que no. Yo no puedo elegir si quiero o no quiero pero, de poder hacerlo, elegiría no amar. Meter el corazón en un frasco de conservas y dejarlo en lo alto de la estantería de la cocina. Arrancarme los sentimientos a jirones y colgarlos de la cuerda de tender heridas que no cicatrizan y llantos al por mayor. Tener un bonito cadáver que camine, sonría, salude, hable, gesticule y escuche... pero que no sienta, no sufra, no sea. Morir para poder vivir feliz. La vida es tan absurda a estas horas de la madrugada...
- ¿Me quieres?
Repite la pregunta. La observa, sabe que no está... se ha ido, se fue hace rato. Ella nunca fue del mundo que les rodea, ni de él, ni de nadie. A veces, incluso, duda que se pertenezca a sí misma.
- Sí, te quiero. Te quiero tanto que me aterra la simple idea de sentirlo. Te quiero tanto que desearía poder apagar esta máquina de sentir que es mi alma. Te quiero tanto que no puedo seguir a tu lado. No puedo quererte, no puedo dejar que me quieras... no puedo ser feliz hoy, mañana... y comprobar que, un día, no estás. Perderte sería tan horrible que no quiero vivirlo. Te olvido hoy, aún estoy a tiempo.
miércoles, 23 de enero de 2013
...lo que otros dicen...
Hace poco volví a enviar este texto a una persona...y cada vez que lo leo me siento rara...
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